viernes, 30 de septiembre de 2016

Modelo Michael Scriven Evaluación orientada al cliente o centrada en el consumidor

República Bolivariana de Venezuela

Instituto Universitario Valle de Momboy

San Cristóbal estado Táchira

 

 

 

 

 

Evaluación Institucional

 

 

 

Integrantes:

Moreno Belkys        c.i. 9.234.436

Sanchez Lisbey      c.i. 11.493.601

Roa Alba                  c.i. 9.338.032

Villaquiran Beatriz  c.i. 22.641.159

Licd. Msc:                 Jesús Omar Díaz

 

 

 

Septiembre 2016

Desde hace décadas en el ámbito social, comercial, educativo, laboral entre otros se desarrollan sistemas o conceptos relacionados a la evaluación en diversos espacios de la sociedad, que permiten relacionar las acciones en un entorno para controlar el progreso de los individuos, una tarea nada fácil que tiene por finalidad, tener un mejor control a la hora de implementar técnicas que conllevan a la comprensión de casos de investigación donde se valoran objetivos o metas planteadas para tal fin, un tema apasionante que evoluciona cada día con nuevos aportes de autores e investigadores que contribuyen al avance de la materia proponiendo nuevas visiones sobre el abordaje de los métodos de evaluación.

Sin embargo el filósofo y científico Michael Scriven reconocido por contribuir al proceso de evaluación refuta las teorías clásicas, al proponer nuevas comprensiones sobre los procesos evaluativos con métodos que facilitan la aplicación de conceptos más amplios donde se desplazan las metas y se reconocen las necesidades; en este sentido, el autor plantea la evaluación orientada al cliente o centrada en el consumidor, método que plantea que el evaluador debe trabajar con y para ayudar a aquellas personas que desarrollan e imparten servicios, es decir al evaluador al servicio en diversas áreas considerando que los distintos clientes tienen distintas prioridades que deben ser sujeto de evaluación u observación con especial atención.

No obstante, el modelo plantea la comprensión de las necedades más allá de las metas, objetivos o resultados esperados que también son importantes pero que pueden verse beneficiados durante el desarrollo de los procesos pues, cada individuo o grupo presenta características distintivas que requieren de técnicas o mecanismos de evaluación diferentes y que no pueden atribuirse a patrones establecidos, ya que existen previstos e imprevistos que requieren acciones particulares del contexto, el proceso y el producto por ende, el evaluador debe ser un observador acucioso que logre establecer la transición de paradigmas cuantitativos o cualitativos según se corresponda.

En este orden de ideas, según Scriven la evaluación es entonces un proceso sistemático que persigue emitir un juicio de valor fundamentado objetivamente, lo cual hace alusión al carácter continuo y permanente del acto evaluador, a la necesidad de basarse en un procedimiento que garantice su objetividad, todo ello con el propósito de generar juicios de valor respecto a algún evento o hecho educativo; sin embargo, Es una ampliación de criterios en tanto que, no sólo se restringe al logro o no de un propósito sino que valora el proceso y admite que pueden aparecer nuevos objetivos no previstos originalmente.

De igual forma, al revisar sus planteamientos, resulta innegable que demuestran que el concepto de evaluación ha evolucionado, no obstante,  ello no significa que unos anulen a los otros, por el contrario, cada uno nace en un tiempo y un momento determinado, y aportan una respuesta que se ajusta a un contexto, pero que sirve de basamento al siguiente y lo complementa.

Ahora bien, el modelo de evaluación orientada al consumidor o al cliente propuesto por Scriven también es conocido como modelo sin referencia a metas, por cuanto para este autor, lo importante no es evaluar el logro de los objetivos sino emitir juicios de valor, en tal sentido, el propósito de este método es juzgar los méritos relativos de bienes y servicios alternativos, por ello sus organizadores previos los constituyen las necesidades y valores sociales, lo cual es interesante ya que rompe las estructuras y se adapta a nuevas formas y acciones que surgen del proceso mismo y que pueden inferir positivamente en los resultados deseados por el evaluador al obtener una visión más integral de las características y necesidades del cliente o beneficiario que participa.

Por tal motivo, el método se interpela sobre el valor que tiene un programa que se oferta en relación a los costos que éste genera, las necesidades concretas de sus consumidores o beneficiarios y los valores en general de la sociedad a la cual se dirige; si se considera el ambito educativo se haría referencia a la inversión que se realiza en el sector, el grado de satisfacción de necesidades de sus educandos, y la respuesta que ese sistema es capaz de dar a las demandas de su contexto y su sociedad; Es así, como el autor sugiere instrumentos y técnicas esenciales las listas de control, los test diagnósticos, las entrevistas, la elaboración de informes, en fin, todos aquellos que permitan realizar una descripción del juicio del evaluador luego de ejecutada su función.

Sin embargo, Scriven también introduce los conceptos de evaluación formativa que se realiza durante el proceso y sirve como retroalimentación y guía para el mejoramiento del programa durante su ejecución, también proporciona información para ayudar a planificar y luego producir algún objeto, en general, se realiza para ayudar al personal a perfeccionar cualquier cosa que esté operando o desarrollando; de igual forma plantea la evaluación sumativa que es un juicio valorativo y se centra en la evaluación de los resultados y efectos del programa, con un enfoque analítico, buscando establecer relaciones de causalidad entre variables dependientes e independientes que puede ayudar a los evaluadores, también representa un avance sobre las alternativas disponibles, por lo general, debe ser realizada por un evaluador externo para que aumente la objetividad.

Es importante destacar, que el modelo sin referencia a las metas propuesto por Scriven, requiere criterios o estándares que le sirvan de base para juzgar la efectividad de un programa, ya que las necesidades son la base de la evaluación, pero las necesidades de los consumidores o clientes no son comparables a sus deseos, requieren ser determinadas y descubiertas mediante un análisis externo y objetivo. Por tanto, el modelo cuenta con algunas ventajas como su carácter flexible, su capacidad de adaptarse a cambios repentinos, a nuevos contextos además de su capacidad para valorar los efectos secundarios y consecuencias de un programa y la capacidad de ajustarse a un entorno social con características particulares y valores propios.

De igual forma, dentro de los contra del modelo destacan que si bien es cierto que afirma que las necesidades del consumidor pueden ser racionalmente demostrables, y se puede asegurar que no correspondan a deseos ni intereses sino a necesidades reales; siempre existe la posibilidad de que aquello, que se diagnostique como una necesidad real no lo sea, sino que responda más a consideraciones del evaluador, lo cual implica una enorme carga de subjetividad, así mismo valorar un programa en función de su capacidad de satisfacer necesidades únicamente, sin considerar los propósitos para los cuales fue diseñado, no permite establecer una postura objetiva de su eficiencia; razón por la cual, la evaluación es preponderantemente comparativa por lo que debe atender los costos y los beneficios para entender las necesidades del cliente ya que la orientación supone múltiples dimensiones.

Por esta razón, a pesar que el modelo establece su enfoque analítico racional, con un concepto claro sobre la evaluación y sus propósitos y características es necesario comprender que el éxito de su aplicación depende de la metodología aplicada en el buen uso de los criterios que la componen y las acciones que resulten permitirán responder a las observaciones producto de esas necesidades latentes en los clientes. En definitiva en la evaluación sin metas como también se le conoce al modelo el evaluador es ignorante de las metas fijadas para el programa ya que es reversible y complementaria pues, se inicia sin metas para diagnosticar y su ventaja es adaptarse a los cambio de metas durante el proceso.

En este sentido, Scriven afirma que la principal responsabilidad del evaluador es emitir juicios bien informados, ya que la meta de la evaluación es siempre la misma juzgar el valor, pero, las funciones de la evaluación son enormemente variadas, considerando que se puede formar parte de la actividad de la enseñanza, del proceso de elaboración de currículos, de algún experimento relacionado con el perfeccionamiento de la teoría del aprendizaje, de una investigación preliminar entre otros. Pues el fracaso de distinguir entre la meta de la evaluación o juzgar el valor de algo y sus funciones que es utilización constructiva de los datos evaluativos, ha conducido a la imitación; Para Scriven, una valoración objetiva del valor es la condición irreversible de la evaluación, por esta razón es que existen dos funciones principales la formativa, que ayuda a desarrollar programas y otros objetos; y la sumativa, que calcula el valor del objeto una vez que ha sido desarrollado y puesto en el mercado.

En conclusión, los aportes propuestos en el modelo evaluativo desarrollado por Scriven invitan a un proceso de evaluación de los programas educativos en función de las necesidades de las personas y las sociedades a quienes ellos van dirigidos, ofreciendo una amplitud y flexibilidad, tal vez un tanto utópica, pero ideal considerando la diversidad  el dinamismo humano. Sin embargo, esta amplitud y la dificultad para hacer objetivo además de global ese proceso de determinar necesidades humanas, precisamente por sus características diversas y dinámicas, lo convierten en un modelo con una amplia carga de subjetividad.

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